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¿Porqué se van lejos?

3 junio, 2023 | Apuntes, Vivencias | No hay comentarios

Lejos no necesariamente son 10.000 kilómetros. Pueden ser 50 y parece que las respuestas a la pregunta serían las mismas.

De la encuesta hecha entre amigos que se fueron lejos y que los que se fueron cerca recibí respuestas similares.

Los hijos se van lejos para probar que pueden, o sólo para experimentar aquello que consideran un ideal, el cual tomaron entre sus manos y quieren ver cómo funciona. Algunos fueron, vieron y volvieron.

Más me llamó la atención que quienes emigraron del pueblo a la ciudad contaron que fueron tildados de traidores; que sus padres les dijeron que ya volverían con el caballo cansado, aunque eso nunca ocurrió.

Los varones que se mudaron a la ciudad  dieron vuelta el mandato que ordenaba que la mujer debía seguir al hombre ya que ellos siguieron a sus mujeres al casarse e instalarse en la ciudad adonde ellas vivían.

Los hijos de esos hombres también mamaron ese desarraigo. No hay conducta que nos marque a fuego que no sea transmitida a nuestros hijos. Para bien o para mal.

Si lo pienso ahora, mi hijo se fue a 10.000 kilómetros de esta ciudad, mientras que mi hermano ya lo había hecho hace años yéndose Nueva York a 8.500 kilómetros de casa: y mi hermana a Miami a 7.000 kilómetros.

Al final la mía es una familia de emigrantes, mientras yo elegí estar en el mismo sitio.

Así es como sucede que cuando nacen los hijos, los abuelos no los frecuentan y algunos te hacen sentir que sos vos el que se fue y los dejaste. Por suerte no fue el caso de mis padres que nunca reclamaron esas migraciones; y en mi caso, si bien no me gustaba que mi hijo se fuera -lo cual lo conversamos-, lo apoyé en su proyecto y luego de un tiempo lo fui a visitar.

Los entrevistados dijeron que lloraron esa migración. Que los 50 kilómetros que los separaba de su pueblo parecieron siempre 10.000.

BICHA de CLAUDELINA

La carta manuscrita

9 agosto, 2022 | Vivencias | No hay comentarios

Me anoté en una cadena de mails que publicó Aniko Villalba para recibir una vez al mes una carta por correo electrónico y volver a la lentitud.

Una forma de reeditar la recepción de cartas por correo. Escritas a mano, de puño y letra del remitente.

Esa modalidad, como todo, tenía su encanto. Uno preparaba el momento como una ceremonia. La lapicera de tinta favorita, con el cartucho lleno; o la birome de trazo grueso que se deslizaba sobre el papel como una bailarina.

Acomodada en el escritorio, o la mesa de la cocina, el almohadón en el asiento; que nada nos interrumpa.

Escribir una carta requería toda nuestra atención. Había que recordar todos los acontecimientos que queríamos contar, las noticias que hacía falta comunicar, los deseos que queríamos transmitir, porque no había forma de intercalar palabras después de era escritas, como hoy puede hacerse en un correo electrónico o en un whatsapp.

La carta tenía un orden cronológico. Se comenzaba por contar los momentos que seguían a los que nos había relatado nuestro destinatario en su última carta; así podíamos continuar una línea del tiempo. Luego se contaban los eventos del presente, se detallaban algunas anécdotas, se contaban los amores y los desamores. Por último se le deseaba al destinatario que tuviera buenas vacaciones, buen viaje o buena vida.

Para terminar se doblaba la carta cuidadosamente, se la metía en un sobre que hacía juego con el papel en los colores o el material; se mojaba con la lengua el pegote de la estampilla y llevábamos el trofeo al correo para despacharlo. Dejarlo en su lugar listo para el envío, nos dejaba la doble sensación de la misión cumplida y un vacío que nos envolvería hasta recibir la respuesta del destinatario.

Esa ceremonia se podía repetir, digamos, una vez por mes. Y nos permitía imaginar el paso del tiempo de acuerdo a las distintas etapas que la carta pasaría hasta llegar a su destino final. La imaginábamos en una pila de cartas recibidas por el empleado del correo; luego metida en estantes pequeños junto a las compañeras de ruta. De allí pasaría a alguna saca para ser transportada al aeropuerto y luego subida a un avión, ya sea al interior o al exterior del país. Trasladada en la bodega del avión, para después hacer la ruta inversa en el correo del lugar de destino: corte del precinto de la saca; ingreso al casillero de las cartas del barrio del destinatario; baile dentro de la saca del cartero junto a las cartas que compartían el recorrido hasta ser tomada por él para ser deslizadas por la boca del buzón, adonde en la penumbra, esperaba que el destinatario la abriera y le obsequiara la magia de la ceremonia de abrir una carta.

BICHA de CLAUDELINA

El año del tigre

11 febrero, 2022 | Vivencias | No hay comentarios

wildlife photography of tiger

La pandemia nos ha llevamos a descreer de todo. En las noticias, en la vacuna, en la estadística, y sigue la lista.

Nos la pasamos pensando en qué sucederá, si debemos o no volver a trabajar presencial; si podemos o no ir al cine; si nos vamos de vacaciones al exterior con miles de papeles por llenar o si viajamos por acá nomás para ir más livianos.

No creemos cuando nos dicen que otros se contagiaron de Covid por ahí; eso no puede ser porque alguien debe haber tenido contacto estrecho. No creemos en el PCR, si da positivo pensamos que es un falso positivo; si es negativo habría que hacerlo de nuevo para estar seguros.

Nos llenamos de información inútil en vez de elegir pensar en tareas productivas como crear una huerta; sentarnos en la plaza a leer; escuchar un audiolibro; caminar por la ciudad; o simplemente permanecer en silencio para ayudar a nuestro cuerpo a cargar su energía.

Dice el filósofo Byung-Chul Han que el silencio es justamente el momento de la meditación; el tiempo necesario para frenar la excesiva actividad consumista y dedicarle instantes a la observación. El silencio no es productivo para el mundo consumista; no produce nada, pero sí nos permite meditar, rezar, reflexionar, respirar despacio, y pensar en todas aquellas cosas que nos nutren, como los recuerdos, los caminos que tomaron nuestros amigos, los instantes que nos regalan los pájaros.

El año del Tigre del horóscopo chino nos invita a la aventura, a nuevos viajes, al reestablecimiento de esos viajes, a recordar que debemos cuidar de la naturaleza que nos rodea. El mundo cambió para siempre. El tigre de agua nos traerá empatía y creatividad, y a quienes son tigres les traerá Introspección, momento de remover la tierra para arar («Horóscopo Chino 2022», Ludovica Squirru Dari).

Este verano nos juntamos un grupo de amigas y nos tiramos las cartas de Tarot, que nos auguraron emociones fuertes pero positivas. Supongo que nos harán temblar un poco las emociones, pero lograremos avanzar en el camino, dejando terminadas todas las tareas que teníamos comenzadas. Eso hará un buen Tigre de Agua, como yo.

¿Creemos en todas esas energías? ¿Sabemos incorporarlas a nuestras vidas para que no todo sea exclusivamente racional?

Deberemos hacer el esfuerzo porque la pandemia no quitó las ganas; nos alejó de los amigos; nos recluyó en nuestro cuarto; y nos llenó de noticias infladas.

Es momento de sacar las garras, y empezar a caminar este nuevo mundo post pandemia.

BICHA DE CLAUDELINA

El otro y su tiempo

29 octubre, 2019 | Apuntes, Ejercicio creativo, Libros, Reflexiones, Vivencias | No hay comentarios

Jugar con los tiempos del otro. Creer que ese tiempo es de uno y no del otro. Que nos pertenece ese tiempo ajeno, y todo lo que cabe en él, y así apoderarnos de la voluntad del otro.

Si el otro quiere descansar, no podrá; si el otro se quiere divertir, no podrá, porque le robaré el tiempo dedicado a ello, le robaré el tiempo para adueñarme de su vida y alimentar la mía.

No tener vida propia se suple con robarle la vida a otro, eso es lo que nos creemos. No nos damos cuenta que nunca podremos tener lo que no construimos.

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Yo maté a Martha Arias

10 noviembre, 2018 | Reflexiones | 4 comentarios

Continuando con mi búsqueda de inspiración para poder terminar mi cuento/relato que abandoné hace un año, es que encontré en internet un taller literario online*.

Mirando la forma de dictar las clases y las consignas encomendadas, me encontré con la primera, dada como ejemplo, en la cual debía escribirse la forma en que maté a Martha Arias y el escritor debía tener su profesión real o una ficticia.

En mi caso, como soy abogada penalista, el título me era familiar.

Aquí estoy entonces para confesar cómo maté a Martha Arias.

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