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La carta manuscrita

9 agosto, 2022 | Vivencias | No hay comentarios

Me anoté en una cadena de mails que publicó Aniko Villalba para recibir una vez al mes una carta por correo electrónico y volver a la lentitud.

Una forma de reeditar la recepción de cartas por correo. Escritas a mano, de puño y letra del remitente.

Esa modalidad, como todo, tenía su encanto. Uno preparaba el momento como una ceremonia. La lapicera de tinta favorita, con el cartucho lleno; o la birome de trazo grueso que se deslizaba sobre el papel como una bailarina.

Acomodada en el escritorio, o la mesa de la cocina, el almohadón en el asiento; que nada nos interrumpa.

Escribir una carta requería toda nuestra atención. Había que recordar todos los acontecimientos que queríamos contar, las noticias que hacía falta comunicar, los deseos que queríamos transmitir, porque no había forma de intercalar palabras después de era escritas, como hoy puede hacerse en un correo electrónico o en un whatsapp.

La carta tenía un orden cronológico. Se comenzaba por contar los momentos que seguían a los que nos había relatado nuestro destinatario en su última carta; así podíamos continuar una línea del tiempo. Luego se contaban los eventos del presente, se detallaban algunas anécdotas, se contaban los amores y los desamores. Por último se le deseaba al destinatario que tuviera buenas vacaciones, buen viaje o buena vida.

Para terminar se doblaba la carta cuidadosamente, se la metía en un sobre que hacía juego con el papel en los colores o el material; se mojaba con la lengua el pegote de la estampilla y llevábamos el trofeo al correo para despacharlo. Dejarlo en su lugar listo para el envío, nos dejaba la doble sensación de la misión cumplida y un vacío que nos envolvería hasta recibir la respuesta del destinatario.

Esa ceremonia se podía repetir, digamos, una vez por mes. Y nos permitía imaginar el paso del tiempo de acuerdo a las distintas etapas que la carta pasaría hasta llegar a su destino final. La imaginábamos en una pila de cartas recibidas por el empleado del correo; luego metida en estantes pequeños junto a las compañeras de ruta. De allí pasaría a alguna saca para ser transportada al aeropuerto y luego subida a un avión, ya sea al interior o al exterior del país. Trasladada en la bodega del avión, para después hacer la ruta inversa en el correo del lugar de destino: corte del precinto de la saca; ingreso al casillero de las cartas del barrio del destinatario; baile dentro de la saca del cartero junto a las cartas que compartían el recorrido hasta ser tomada por él para ser deslizadas por la boca del buzón, adonde en la penumbra, esperaba que el destinatario la abriera y le obsequiara la magia de la ceremonia de abrir una carta.

BICHA de CLAUDELINA

Todas las imágenes desaparecerán

12 noviembre, 2021 | Vivencias | No hay comentarios

Los chicos en la calle de tierra corriendo carreras con las bicicletas en el barro

Las gatapeludas en los tilos, y la abuela Lina haciendo un cucurucho con el diario, al que lo prendía fuego para hacer una antorcha que luego acercaba al nido de los gusanos con pelos.

La pileta de la casa de City Bell llena de agua estancada en invierno. El agua le llega hasta la mitad de su profundidad, y está llena de hojas grandes de los robles que se fueron pudriendo. En toda la superficie se pueden ver sapos que nadan entre las hojas y la mugre.

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El cajón vacío

19 marzo, 2021 | Vivencias | No hay comentarios

Las enaguas no eran aptas para andar por todos lados como le gustaba a Anabella. Sus dotes de investigadora la llevaban siempre a lugar inhóspitos,  y esta vez no fue la excepción. La peste que azotaba al pueblo de montaña en el que vivía se había visto sorprendido con otro episodio desagradable. Sin preocuparse por su falda con barro en el ruedo Anabella se fue hasta el lugar del hallazgo del ataúd que había aparecido en la puerta de la familia Rampert. Estaba usado y …vacío.

Huntington era un pueblo sencillo que, como otros, estaba sufriendo los efectos de una peste desconocida. Los médicos estaban estudiando sus consecuencias en las personas y en los animales. Para evitar contagios se había recomendado a la población usar una especie de barbijos, como los que usaban los médicos en las salas de operaciones. Anabella se había cosido uno con lienzo blanco al que la había agregado una puntillas que ella misma había tejido, para que de esa forma le combinara con las blusas de encaje que su madre vendía en la tienda del pueblo.

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La normalidad

2 octubre, 2020 | Anécdotas, Apuntes, Reflexiones, Vivencias | No hay comentarios

Qué vendría siendo la normalidad?

La que nos espera después de una cuarentena de seis meses, con un mundo contaminado de Covid 19? La que nos enseñaron nuestros padres? La que les enseñamos a nuestros hijos?

Si la normalidad es tener una familia funcional, qué hacemos con la familia disfuncional. Si la familia funcional es mamá, papá, y los hijitos, cómo catalogamos al resto? Y la igualdad de género no cuenta? Los matrimonios igualitarios no son la nueva normalidad?

Se me ocurren un montón de preguntas y varias respuestas. Creo que la normalidad es una construcción cultural en la que no se consulta a nadie, sino que se impone. Pero, cómo se impone? En la escuela? En los medios de comunicación? Pienso que en ambos lugares. Nos enseñan lo que quieren en un momento de la historia, y luego lo replican en los medios de comunicación sin importar las consecuencias que esas enseñanzas tendrán en la gente que no reúne las características de esa normalidad impuesta.

Pobres de nosotros si no encajamos en los lugares que la normalidad nos indica. Tendremos que luchar contra gigantes prejuicios instalados en el resto de los mortales con los cuales nos cruzaremos en nuestra infancia y adolescencia para que en nuestra adultez podamos elegir y mandar a todos a la mierda por los momentos en que sufrimos el bulling y la discriminación por no haber conformado las expectativas de un público al que nunca le importamos.

En la escuela nos debería enseñar autoestima y con eso viviríamos nuestras vidas sin preguntarle al resto del universo si les gusta o no lo que somos.

Tengo un perro mestizo que se llama Cooper, y hoy vinieron de la veterinaria a buscarlo para bañarlo y cortarle el pelo. Llegaron en una camioneta algo golpeada, con el logo en el capot; al volante iba un hombre con barbijo azul, y como acompañante otro de unos cuarenta años, con barba entrecana, chaleco de cuero, remera negra de la que se asomaba un racimo de tatuajes en ambos brazos.

El hombre bajó de la camioneta, alzó a Cooper y se fue a la parte trasera para subirlo al canil, mientras aproveché para jugar con un caniche y un bulldog francés que asomaban por la ventana del asiento delantero. Cuando volvió y abrió la puerta para subir e irse, noté que tenía enroscada en el cuello una víbora de color marrón con manchas más claras. Le pregunté si la había tenido desde que llegó porque no la había notado, o si la había colocado allí después de acomodar a Cooper. Sonrió y me contestó que no era una sino dos, que estaban calentitas.

Un collar de víboras entrelazadas con una barba entrecana, entran en el concepto de normalidad para el ítem «mascota»?

Hace unos años fue al psiquiatra. Primera entrevista me pregunta con quien vivo. Le digo con mi esposo. Con quien más pregunta. Con mi hija Camila. Alguien más, pregunta. Con mi hijo Guido. Me pregunta si los hijos son del mismo padre. Le contestó que sí, que tengo un matrimonio con papeles, dos hijos del mismo padre, con los papeles en regla. Levanta la vista y me mira de manera neutral. Le pregunto si todo eso es normal.

Me responde que no.

BICHA de CLAUDELINA

El otro y su tiempo

29 octubre, 2019 | Apuntes, Ejercicio creativo, Libros, Reflexiones, Vivencias | No hay comentarios

Jugar con los tiempos del otro. Creer que ese tiempo es de uno y no del otro. Que nos pertenece ese tiempo ajeno, y todo lo que cabe en él, y así apoderarnos de la voluntad del otro.

Si el otro quiere descansar, no podrá; si el otro se quiere divertir, no podrá, porque le robaré el tiempo dedicado a ello, le robaré el tiempo para adueñarme de su vida y alimentar la mía.

No tener vida propia se suple con robarle la vida a otro, eso es lo que nos creemos. No nos damos cuenta que nunca podremos tener lo que no construimos.

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