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¡A la dirección!

21 enero, 2020 | Anécdotas, Apuntes, Ejercicio creativo, Reflexiones, Vivencias | No hay comentarios

-Talpone, a la dirección!, dijo la monja.

Y allá voy  por el pasillo arrastrando los pies para demorar la llegada; levantando la cera de los cerámicos que pusieron las hermanitas tan hacendosamente.

Gordo. Panzón. Bola.

Todo vale para llamar a Ramiro. Los compañeros de quinto grado siempre hacen lo mismo.

Flaco. Palito. Fideo.

Así me dicen a mí, lo cual no es ninguna ventaja. ¿A qué chica le gusta un flaquito sin músculos? Pura altura, poca fuerza, pareciera que con el aliento me van a voltear.

En cambio a Ramiro siempre le sale una sonrisa que te envuelve y enamora.

Ramiro es mi amigo.

Cuando tiene figuritas repetidas me las comparte. A la salida del colegio me espera para volver junto a nuestras casas.

Todos los días mamá me pone un paquete entero de galletitas en una bolsita para que las coma en la merienda. Ella cree que con todas esas galletitas estaré alimentado, seré fuerte y sano, y yo lo que quiero es ser forzudo, tener músculos para poder patear mejores goles y que las chicas me miren. Yo como dos galletitas, y el resto se las comparto a Ramiro.

-Talpone, siéntese que vamos a conversar, dice la monja.

Algunos días los chicos se ponen intensos. Todos los del grupo de Sergio, saltan, corren y hablan cuando él les da cabida. Para que eso suceda Sergio tiene que estar de humor. ¿Qué le pasará a ese tipo que es tan cambiante? No sé qué tiene, pero el grupo lo sigue, y el blanco de sus diversiones es Ramiro.

Gordo. Panzón. Bola.

Así le dicen cuando Sergio les hace un guiño. Y allá van ellos a mortificarlo.

El grupo y Sergio no juegan al fútbol en los recreos. Son tristes, unos pechos fríos. Ni idea tienen de lo que se siente cuando la pelota se desprende de tu pie, hace trayectoria y entra en el arco. No tienen garganta para gritar un gol. Yo para eso me entreno cuando voy a la cancha con papá. Son amargos, sin fútbol y sin goles no tienen alegrías. Por eso se la agarran con Ramiro.

-Gordo, bola, le dicen y se ríen como esos animales que pasan por NatGeo que parecen que están siempre gastando al prójimo de la selva.

-Talpone, me han contado lo que pasó en el aula. ¿Podría contármelo usted también?

-Bueno hermana, la cosa fue así: estábamos en el aula, en medio de la clase de geografía y la profesora le pregunto a Ramido Yañez cuál era el río de la India en el cual se realizan las ceremonias de cremación y Ramiro en vez de decir el Río Ganges, dijo el Rió Tanger. Se equivocó por poquito, hermana.

-Y después que pasó?

-El grupo de Sergio se empezó a reír y Sergio se le acercó y le dijo al oído “gordo.panzón.bola y tarado”. Lo escuché perfecto porque yo me siento atrás de Sergio.

-Y? Siga…

-Y entonces como ya estoy cansado de esas bromas y, primero de todo, Ramiro es mi amigo, lo defendí.

-Si, Talpone, usted lo defendió pero le clavó una birome a Sergio en la espalda.

-Cierto hermana, la próxima vez que lo ataquen defiéndalo usted.

BICHA de CLAUDELINA

Dr. Shomboi

10 junio, 2019 | Anécdotas, Apuntes, Vivencias | No hay comentarios

La casa de mi familia era un departamento alquilado, tenía muebles que serían modernos para su época aunque no eran caros ni de estilo. Mi papá era militar y mi mamá maestra. Mis dos hermanos y yo íbamos a la escuela pública con guardapolvo blanco, lo cual nos evitaba gastar en uniformes. A medida que crecíamos a mí me tocaba el delantal nuevo porque era la hija más grande, mientras mis hermanos heredaban los míos, lo cual me hacía una privilegiada porque era la siempre estrenaba ropa, mientras que a mis hermanos le llegaba todo de segunda mano.

Julio González (1876-1942)
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