Categoría: Lo que me pasa

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Hace varios años que uso el Bullet Journal, o BuJo como se lo conoce también.

Para quienes no lo conocen, el BuJo es una agenda que no tiene días y horarios predeterminados, sino que primero se elige un cuaderno y luego le vamos colocando el día a día en sus páginas de acuerdo al uso que la damos.

O sea que si por ejemplo, el lunes y el martes no tenemos nada que anotar en la agenda, en el BuJo no figurarán ya que nada había para recordar. Si había tareas para cumplir, se coloca el día, mes y año, luego las tareas a las que se les agregan distintas tildes o símbolos que identificar si las labores se hicieron (V), las trasladamos al día siguiente o ya no importan (X). El Bullet Journal, entre otros fines, tiende a evitar la procastinación, esa necesidad de posponer nuestros asuntos hasta mañana o un mejor momento.

Anotar las tareas, verlas escritas sobre el papel y advertir que no ha sido tildada como cumplida, nos empuja a cumplirla y dejar de procastinar.

Tengo estantes completos con BuJos, pero siempre me debato entre la agenda que tiene enlistado lo que debo hacer, y la agenda que debería también contener algunas ideas que necesito para escribir en mi blog, frases que me interesa recordar de diversos autores, direcciones y nombres de proveedores y futuros proyectos.

Este segundo tipo de agenda, acabo de descubrir gracias a las palabras de Austin Kleon que aproximadamente desde el siglo XVII existen los commonplace books en los cuales se anotaba todo lo que uno quisiera y no necesariamente lo que solemos escribir en nuestras agendas.

A partir de ese disparador, encontré el e-book de Heather Sage (en inglés) que lo regala en su página web soulfabric.org como una forma de inspirar y enseñar cómo se usa. Allí también explica quienes fueron los primeros en usar los commonplace books que se hicieron, todos hechos por hombres, y hasta uno hecho por una mujer.

Así que, siguiendo los consejos de quienes me inspiraron y ayudaron a descubrir los commonbook place, también llamados en italiano Zibaldone, cambié de práctica e hice un commonbook place de mi Bullet Journal. Allí quedará registrada mi agenda, mis pasos diarios, mis pensamientos y mis proyectos.

BICHA de CLAUDELINA

Tengo algunos temas sobre los que necesito expresarme. El problema es que no sé si son correctos para pedir la opinión del público. Vamos con el primero.

Estuve en estos días haciendo gestiones para presentar una exposición textil de Feminismo.

Son varias obras textiles de un grupo de diez artistas -9 mujeres y 1 varón-.

Una amiga me acompañó a la entrevista en la cual firmaría el Acta Compromiso par presentar le muestra y demás trámites del evento. Para ilustrar las obras realizadas a la responsable del espacio de exhibición, llevé mi tableta electrónica con fotos que fui mostrando sin que mi interlocutora prestara mucha atención. Más bien quería hablar ella sobre feminismo, su gestión, sus ideales y demás pareceres.

El feminismo militante, los aspectos del feminismo tratados en la muestra que se estaba montando ese mismo día y que se inauguraba al día siguiente. La impecable investigación realizada sobre los prostíbulos del interior del país, instalados en pueblos que ocupaban con mujeres que venían de Europa en el siglo veinte.

Expliqué que la muestra que se proponía estaba inspirada en las políticas públicas vinculadas con las mujeres, con el lugar que ocupaban en la zona sur del planeta, y que cada artista había encontrado su camino luego de investigar el tema de la mano de la curadora.

La conversación siguió hacia los artistas participantes. Frente a las opiniones de la mujer, y su firme postura feminista, recalcada en una de cada diez frases, detallé que éramos un grupo de nueve mujeres y un varón. Y ahí fue cuando me dijo:

-Yo obra trans no cuelgo!

En un principio no entendí, por lo que ella amablemente me aclaró que no la colgaba si el autor de la obra era transgénero. Ante ello le pregunté porqué?, y me contestó:

-Porque yo soy feminista.

Pidiendo disculpas y enfatizando que me interesaba mucho aprender los alcances de esa afirmación, me dijo:

-Las feministas luchamos por los derechos de las mujeres, y sus conquistas.

No quise preguntar porque me di cuenta que es un tema que no manejo fluidamente.

¿Alguien me lo quiere explicar?

BICHA de CLAUDELINA

La conferencia

14 octubre, 2022 | Anécdotas, Libros, Lo que me pasa, Vivencias | No hay comentarios

      

                 Porfiria tiene 84 años, es una ávida lectora, ágil viajera, de una personalidad vivaracha. Siempre actualizada, lee el diario todos los días, e incluso cuando no le llega el ejemplar de papel a su casa, lo reclama para no quedarse sin información.

                       El canillita que lleva el diario a su casa, hace unos años tenía la llave del edificio para poder entrar a dejar los diarios a los usuarios, pero con el transcurso del tiempo, el cambio al diario en formato virtual, los grados de inseguridad que asustaron a todos de abrirle la puerta a extraños, hizo que el canillita tuviera que devolver la llave del edificio, o capaz cambiaron la combinación de la cerradura y ya no pudo entrar a edifico. Dos veces habrá probado si la llave funcionaba en la cerradura y a la tercera seguro que ni la llevó en el bolsillo.

                       Ante ese cambio de hábitos, Porfiria se levanta todos los días de la semana a las 6 sólo para abrirle la puerta al canillita que le lleva el diario hasta el piso 15 y se lo entrega en mano. En pleno invierno, optó por prepararle un café cortado, que el canillita se tomaba después de hacerle la entrega. Ni un gracias se le caía de la boca.  Al invierno siguiente Porfiria compró vasitos de plástico descartables para el canillita y le agregó una medialuna diaria. Ahí recién apareció el “gracias”.

                       Tanta lectura en tiempos de pandemia; tanto curso virtual; tanta radio y programa de actualidad, hicieron que leyera de todo, hasta llegar a los libros de Leonardo Padura, el escritor cubano. Empezó con la saga de unos libros, para luego continuar con otros y terminar leyendo el último que publicó, “Personas decentes”. Padura llegó a la Argentina desde su tierra natal, Cuba, con permiso para permanecer tres días y anunció que daba una conferencia en la Biblioteca Nacional.

                       Porfiria averiguó la línea de colectivo que la dejaba cerca de la Biblioteca, se vistió temprano, y pensó que si a la hora de salir no hacía frío, iría a escuchar a Padura. A las seis de la tarde agarró la cartera, dudó en llevar el libro para que se lo firme, pero prefirió no llevar peso, y caminó hasta la parada del 59 que la dejó a una cuadra de la Biblioteca Nacional.

                       Pensaba que solamente habría unas 10 personas para la conferencia; que estaba bueno que haya ido para sumarse a ese pequeño grupo de personas y que Padura sintiera que valió la pena haber venido hasta el fin del mundo para conferenciar. A medida que se acercaba a la puerta vio una fila importante de personas, unas doscientas calculó. Parecía que la conferencia no sería como lo esperaba.

                       Ingresó al auditorio, y se sentó al lado de una pareja de cubanos, simpáticos y habladores, que le dijeron que esperaban que Padura contara todo lo sabía, que no se callara nada. Que ojalá no hubiera interferencias ni momentos raros, a lo cual Porfiria les prestó atención sin entender mucho porqué lo decían.

                       Comenzó la conferencia, y el protagonista contó que se encontraba con su esposa, quien lo había acompañado los tres días a Buenos Aires. Relató anécdotas del libro hasta el momento en que incursionó en el argumento de “Personas decentes”. Los cubanos de la fila de Porfiria, se acomodaron en sus asientos y pusieron toda su atención auditiva en lo que decía, y cada tanto miraban para los costados como buscando algo o a alguien.

                       Padura contó que uno de los personajes de su libro era el mayor proxeneta de Cuba, que era alguien muy conocido; fundador de universidades y unas cuantas cosas más. Los cubanos casi saltaban de la alegría en sus butacas; Porfiria les preguntó porqué, y le dijeron que festejaban que no se había callado la boca, que era un hombre que siempre actuaba como pensaba que no le temía al régimen político de su país natal, y varias ideas más que rondaban la historia política de Cuba.

                       Siguió contando que para poder publicar sus primeros libros tuvo que hacerlo en Mexico, donde las ediciones eran bastante malas; Muy malas!, dijo una mujer del público, tanto que el libro que yo tengo no tiene incluido el final. -Exacto, dijo Padura. Esas son las malas ediciones.  

                     Terminó la conferencia y Porfiria salió fascinada de la tarde que se había animado a vivir, se fue caminando hasta la avenida para tomarse el colectivo de vuelta o, mejor todavía, un taxi hasta su casa. En el camino se unió a unos cubanos que salían de la conferencia y que caminaban para el mismo lado. Se terminó subiendo al colectivo 59 con una mujer que, apenas se sentaron, le empezó a preguntar porqué había ido a esa conferencia, si la habían invitado o si la había enviado a escuchar; y qué había pretendido encontrar en el discurso que había escuchado…

BICHA de CLAUDELINA

La fiesta de anoche

26 octubre, 2020 | Lo que me pasa, Vivencias | No hay comentarios

Reunión de personas que se hicieron amigos en la cuarentena. Piso cuarto, en la casa de Amadeo que tiene una mesa para doce y somos 6 los que no asomamos  la cara a la calle para cuidarnos del Covid 19.

Pedimos empanadas; había vino y gaseosa. Pertenezco al mundo de los aburridos que no toman alcohol y les toca conocer las miserias de la gente que vomitan cuando ya tomaron mucho, repiten los problemas, y se olvidan de lo que dicen.

Cuando llegué, ya habían almorzado. Era el momento del postre y el café. Además de  Amadeo, mi marido y el solitario y depresivo Charlie, estaban dos personas que no conocía, Salvador y Willy.

Willy, piloto de avión y padre de una de las vecinas que también es piloto de avión, se presentó muy alegre, y me empezó a preguntar de mi vida a lo cual le respondí que después le tocaría contar la suya. Willy permanecía en absoluto silencio.

Cuando le llegó el turno a Willy contó que durante 29 años había sido piloto de avión, que le quedaba un año para jubilarse, que no tenía un proyecto para continuar en esa nueva etapa, que era separado y tenía tres hijos. Entre ellos su hija Mariana, una de mis vecinas de cuarentena.Contó que había sido un hombre muy religioso y espiritual, con una gran carrera que cubrió sus expectativas a la vocación que lo había llevado a abandonar la carrera de ingeniería a pesar  de la oposición de sus padres. Que después que se separó, tras 28 años de matrimonio, se cruzó de vereda.

Que querría decir que «se cruzó de vereda»? Que había salido del placard? que había dejado su carrera por otra, pero si dijo que era un piloto experimentado! Se lo pregunté.

Me dijo que se había inclinado por los hombres, que tenía una nueva pareja, un abogado, que no vivían en la misma casa, y que todavía estaba descubriendo lo que era una pareja de ese tipo.

Comimos las empanadas, se sirvió otra vuelta de vino y de gaseosas. Empezamos a levantarla mesa, las mujeres por supuesto. Los hombres cargaban a Willy porque no decía si tenía pareja, hasta que en un momento dijo que era nuevo en el grupo pero no recordaba nuestros salvo el mío porque esposa durante siete años, una cubana, se llamaba igual que yo.

Conversamos sobre el amor, y Willy preguntó qué era. Ahí se reanimó la conversación y se animó la reunión. Empezamos a tirar frases hechas, hablábamos en serio, pero algunos no se comprometían con sus opiniones ni sus vivencias. Como los hombres querían que Willy confesara si ahora vivía con un hombre o una mujer, y el tema no me parecía ni divertido ni interesante, yo no tenía ese morbo ni necesitaba esas certezas para conversar con alguien, preferí ir con las niñas de la casa que jugaba en la playstation. Bailamos dos temas entre cuatro mujeres, y gané en los dos bailes que hicimos. Morimos de risa cuando vimos los videos que grabamos de cada uno.

Cuando los borrachos ya gritaban y repetían frases aburridas, pedí pista y me retiré honorablemente diciendo que debía escribir para el mundial de escritura en el cual me había anotado, y que si no cumplía mi cuota diaria mi equipo perdía puntos.

Es cierto que mi edad me permite retirarme cuando quiero de cualquier lugar, porque ya no insisten más que una o dos veces que me quede. Claro que no es un problema de horario, no es que quiera volverme a casa para irme a dormir. No. La idea es volver para disfrutar de mi tiempo y mi lugar.

Mejor así, porque esta cuarentena sigue, no se sabe hasta cuando y los vecinos continúan con sus costumbres y sus discursos armados que no cambiarán. Algo que deberé descubrir en cada encuentro, pues a los amigos uno los conoce y los elige pero a los vecinos no. El que toca, toca, la suerte es loca.

BICHA de CLAUDELINA

Leer o aburrirse

26 diciembre, 2019 | Apuntes, Ejercicio creativo, Libros, Lo que me pasa, Reflexiones | No hay comentarios

Me gusta Chéjov, ese médico que cuenta casi riéndose situaciones llenas de dolor. La habilidad de Chéjov es lograr que ese dolor sea intuido por los lectores, sacado por los lectores mismo desde ese fondo negro inexplicado. Ahí está el arrojo y la aventura de un lector: poner todo de sí, volcar su propia experiencia en la lectura, aceptar el juego, la invitación que el autor hace, como los chicos cuando dicen «dale que ahora somos piratas y ahora atacamos un barco y le prendemos fuego». El lector, el buen lector, contesta sí, dale, e inventa también el juego a su vez. Porque uno abre un libro y lo espera todo de ese libro. Uno está dispuesto a darse entero en la lectura, a darle atención, silencio, uno renuncia a la realidad cuando se abstrae leyendo, se transparenta, se ausenta. Está bien inventada la expresión volcarse a la lectura, porque uno se vacía hacia la palabra escrita y entrega la imaginación a esa existencia paralela, dispuesto a dejarse llevar…

Maniobras de evasión, Pedro Mairal, 2017

En las reuniones me aburro seguido. A veces creo que soy mi mejor compañía. aunque para sentir así debo estar acompañada, sino siento la soledad y me paralizo.

Me aburre sacar tema, y eso que no soy precisamente alguien que no los tiene. Me aburre la conversación que no fluye, prefiero la charla enardecida a la que se desarrolla en calma.

Creo que dos horas de visita son suficientes para ponerse al día, para contar nuestros proyectos, escuchar los del resto y partir a casa a leer un libro o ver un capítulo de Netflix.

Necesito pensamientos y conversaciones nutritivas. Debe ser que necesito optimizar el tiempo, ese bien escaso que no lo quiero regalar a nadie.

BICHA de CLAUDELINA