El cajón vacío
19 marzo, 2021 | Vivencias | No hay comentarios

Las enaguas no eran aptas para andar por todos lados como le gustaba a Anabella. Sus dotes de investigadora la llevaban siempre a lugar inhóspitos, y esta vez no fue la excepción. La peste que azotaba al pueblo de montaña en el que vivía se había visto sorprendido con otro episodio desagradable. Sin preocuparse por su falda con barro en el ruedo Anabella se fue hasta el lugar del hallazgo del ataúd que había aparecido en la puerta de la familia Rampert. Estaba usado y …vacío.
Huntington era un pueblo sencillo que, como otros, estaba sufriendo los efectos de una peste desconocida. Los médicos estaban estudiando sus consecuencias en las personas y en los animales. Para evitar contagios se había recomendado a la población usar una especie de barbijos, como los que usaban los médicos en las salas de operaciones. Anabella se había cosido uno con lienzo blanco al que la había agregado una puntillas que ella misma había tejido, para que de esa forma le combinara con las blusas de encaje que su madre vendía en la tienda del pueblo.
Las mujeres no estaba autorizadas a estudiar, pero nadie le quitaba a Anabella las ganas de entrometerse en los misterios de Huntington. Después de todo era la sobrina del comisario, y ese título era suficiente para darse a si misma la autorización de aparecer en los lugares indicados. O sea, allí donde surgían los misterios del pueblo, los asesinatos, los robos y otras nimiedades. Si no andaba por ahí, Anabella estaba en la biblioteca. El silencio del lugar era el mejor espacio para pensar. Y cuando ya se resolvías los casos, podía leer tranquila sin distraerse.
Un ataúd vacío, sin cuerpo. Un cuerpo que había dejado rastros en el interior del cajón, eran notorias las manchas de fluídos que se habían impregnado en la madera. Dónde estaría el cuerpo? se preguntó Anabella; para qué habrían descartado el cajón frente a la casa de los Rampert, o sería una casualidad geográfica; restos de la peste estarían esparcidos en ese ataúd, se preguntó.
No había reportes de muertes recientes, eso lo había confirmado con su tío y con el médico forense responsable de las autopsias. Si se había reportado una muerte en una riña hacía treinta días, cuando el pico de la peste estaba en su punto máximo. Dos hombres se habían peleado por cuestiones familiares. Ambos querían dominar el ingreso y expendio del alcohol, uno de los productos que más se vendía en tiempos de cuarentena. La pelea había llevado a que Ernest Hatch atacara a Roland Pierre con un cuchillo de veinte centímetros, y que ocho días después le provocara la muerte.
Ese era el único caso seguido de muerte en los últimos tiempos. Nadie había entrado a Huntington proveniente de otros lados de modo que pudiera haber sido tomado como visitante y que hubiera muerto sin que nadie lo supiera y ahora apareciera el ataúd sin su cuerpo.
No. El único occiso era Roland Pierre, y su cuerpo no estaba en el cajón, sino que sólo estaban los restos de la peste que lo había aquejado antes de morir como producto de las puñaladas de Ernest Hatch.Anabella anotó todos esos datos en su bitácora, se acomodó las enaguas en la silla frente a su tío, y se preparó para darle el listado de datos que había colectado.
-Ahá, le respondió el comisario Collin; -falta un dato, le agregó.
-Cual?, preguntó Anabella desconcertada.
-En la cabecera del ataúd había un papel pegado con un número.
-Ya vuelvo, dijo Anabella y salió corriendo hacia la morgue.
El cajón que había visto no era lujoso, era más bien barato, casi de utilería. Ella había visto el papel y el número, pero su experiencia estaba aún a prueba. Tampoco es que sucedían tantas cosas como para acumular conocimientos tan rápido
.Había un solo lugar donde podía obtener datos. Corrió a ver al doctor Thompson, que justo estaba atendiendo en su consultorio. Esperó su turno, y le preguntó por el número que estaba en el cajón. Dos cuatro cinco cuatro, repitió Thompson.
Se levantó del escritorio, caminó hacia la ventana, y le dijo que era el número de autopsia del cuerpo de Roland Pierre, quien había muerto por las puñaladas que había recibido, y que además había podido comprobar que estaba contagiado de la peste que azotaba al pueblo. Anabella se preguntó porqué el cuerpo de Pierre no había sido enterrado si su muerte había sucedido un mes atrás; para qué habrían descartado el cajón; porqué habrían manipulado un cuerpo contaminado.
Esto olía a venganza familiar.
BICHA de CLAUDELINA
Imagen: Escena a escala de Frances Glessner Lee