La fiesta de anoche
26 octubre, 2020 | Lo que me pasa, Vivencias | No hay comentarios
Reunión de personas que se hicieron amigos en la cuarentena. Piso cuarto, en la casa de Amadeo que tiene una mesa para doce y somos 6 los que no asomamos la cara a la calle para cuidarnos del Covid 19.
Pedimos empanadas; había vino y gaseosa. Pertenezco al mundo de los aburridos que no toman alcohol y les toca conocer las miserias de la gente que vomitan cuando ya tomaron mucho, repiten los problemas, y se olvidan de lo que dicen.
Cuando llegué, ya habían almorzado. Era el momento del postre y el café. Además de Amadeo, mi marido y el solitario y depresivo Charlie, estaban dos personas que no conocía, Salvador y Willy.
Willy, piloto de avión y padre de una de las vecinas que también es piloto de avión, se presentó muy alegre, y me empezó a preguntar de mi vida a lo cual le respondí que después le tocaría contar la suya. Willy permanecía en absoluto silencio.
Cuando le llegó el turno a Willy contó que durante 29 años había sido piloto de avión, que le quedaba un año para jubilarse, que no tenía un proyecto para continuar en esa nueva etapa, que era separado y tenía tres hijos. Entre ellos su hija Mariana, una de mis vecinas de cuarentena.Contó que había sido un hombre muy religioso y espiritual, con una gran carrera que cubrió sus expectativas a la vocación que lo había llevado a abandonar la carrera de ingeniería a pesar de la oposición de sus padres. Que después que se separó, tras 28 años de matrimonio, se cruzó de vereda.
Que querría decir que «se cruzó de vereda»? Que había salido del placard? que había dejado su carrera por otra, pero si dijo que era un piloto experimentado! Se lo pregunté.
Me dijo que se había inclinado por los hombres, que tenía una nueva pareja, un abogado, que no vivían en la misma casa, y que todavía estaba descubriendo lo que era una pareja de ese tipo.
Comimos las empanadas, se sirvió otra vuelta de vino y de gaseosas. Empezamos a levantarla mesa, las mujeres por supuesto. Los hombres cargaban a Willy porque no decía si tenía pareja, hasta que en un momento dijo que era nuevo en el grupo pero no recordaba nuestros salvo el mío porque esposa durante siete años, una cubana, se llamaba igual que yo.
Conversamos sobre el amor, y Willy preguntó qué era. Ahí se reanimó la conversación y se animó la reunión. Empezamos a tirar frases hechas, hablábamos en serio, pero algunos no se comprometían con sus opiniones ni sus vivencias. Como los hombres querían que Willy confesara si ahora vivía con un hombre o una mujer, y el tema no me parecía ni divertido ni interesante, yo no tenía ese morbo ni necesitaba esas certezas para conversar con alguien, preferí ir con las niñas de la casa que jugaba en la playstation. Bailamos dos temas entre cuatro mujeres, y gané en los dos bailes que hicimos. Morimos de risa cuando vimos los videos que grabamos de cada uno.
Cuando los borrachos ya gritaban y repetían frases aburridas, pedí pista y me retiré honorablemente diciendo que debía escribir para el mundial de escritura en el cual me había anotado, y que si no cumplía mi cuota diaria mi equipo perdía puntos.
Es cierto que mi edad me permite retirarme cuando quiero de cualquier lugar, porque ya no insisten más que una o dos veces que me quede. Claro que no es un problema de horario, no es que quiera volverme a casa para irme a dormir. No. La idea es volver para disfrutar de mi tiempo y mi lugar.
Mejor así, porque esta cuarentena sigue, no se sabe hasta cuando y los vecinos continúan con sus costumbres y sus discursos armados que no cambiarán. Algo que deberé descubrir en cada encuentro, pues a los amigos uno los conoce y los elige pero a los vecinos no. El que toca, toca, la suerte es loca.
BICHA de CLAUDELINA