El ascenso
28 agosto, 2020 | Vivencias | No hay comentarios

-Roberto, vení, seguime que tengo algo que decirte
.-Dale.
Ambos entran al baño de hombres del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
-Lindo lugar eligieron para la conferencia de la empresa, dice Tomás.
-Si.
-Lástima que siempre se llena de “garcas” venidos de todas las sucursales.
-Si.
-Viste que esta es la última reunión del año.
-Ah si?-Si, y van a tener que comunicar quien es el nuevo gerente general. Yo estuve haciendo averiguaciones, porque por antigüedad y experiencia, yo sería el candidato perfecto.

-Perfecto?
-Pienso que sí. Mirá, hace veinte años que entré como cadete mientras estudiaba administración de empresas, y me recibí cuando ya era administrativo y no tenía que andar en la calle con frío y lluvia. Las veces que me tocó ir al banco a pagarle las cuentas personales de los directores!. Y ni te cuento cuando me empecé a dar cuenta que también pagaba los impuestos de las minas que los jefes tenían en los “derpas” en el microcentro que, por supuesto, no era la casa de familia de ninguno de ellos.
-“Derpas”?
-Si, departamentos Roberto! Me extraña que no entiendas. Tampoco sos un pendejo como para no conocer esa palabra.
-Bueno, che.
-Después fui creciendo a medida que aprendí a moverme adentro de la firma. Había que andar calladito, y con la sonrisa preparada. Siempre asintiendo al que dirigía la charla, y diligente pero no sumiso.
-Cómo es eso?
-Si veías que alguien necesitaba un informe, lo pedías al responsable. Si faltaba café, te ocupabas de hacérselo saber al ordenanza. Si no había suficientes biromes en la reunión de directores, le chiflabas a la secretaria más cercana a la puerta para que apure un puñado.
-Ah.
-A medida que iba ocupando puestos con más responsabilidad, me di cuenta que era fundamental tener buena onda con todas las secretarias, porque aunque generalmente son una tumba, sus miradas dicen mucho. Aprendí a leerlas, y a respetar sus silencios que me dieron montones de mensajes.
-Pero no todos los puestos de secretarias están ocupados por mujeres.
-Bueno, boludo, ya sé. El de Ferrán es un secretario porque el tipo se la come. Le gustan los chongos.
-No digas así. Sos prejuicioso, eh!
-No, para nada. Sigo, te cuento, cuando estaba en el escalón anterior al de director, o sea era oficial de sección, un paso antes de poder formar parte de las grosas reuniones de directorio; ahí si que la tenés grande!; bueno, cuando estaba a punto de subir ese escalón entendí que los casados llegaban antes al directorio. Y si tenías hijos, la carrera no se te cortaba nunca.
-De dónde sacaste esas conclusiones?
-Te dije. De la observación. No falla viejo.
-Entonces vos decís que sos el candidato perfecto porque reunís todas esas condiciones. Sos profesional, te casaste, tuviste hijos, ya sos director, entonces ahora sos el sucesor natural de Ferrán?
-Exacto. Cuando se hicieron dos vacantes en el directorio yo ya tenía una novia, así que le propuse casamiento. Amalia agarró en seguida. Viste como son las minas con lo del vestido blanco, la fiesta y toda esa historia!
-Y? Te resultó?
-Obvio, me ofrecieron una de las vacantes del directorio. Y ahora ya hace seis años que soy director. Al año de ocupar el puesto nació mi primer hijo y dos años después los mellizos. Nunca me fue tan bien.
-Esperá Tomás, me parece que estás inventándote una vida sólo en función del ascenso. La vida se hace con sinceridad, con lo que uno quiere ser y hacer, no con lo que una empresa dice que tenés que conseguir para ascender. Condicionar tu vida a lo que quieren los dueños de una multinacional no es una decisión sensata. Es más bien seguir la corriente, pensar en el ascenso, planificar todo de acuerdo a lo que el otro quiere, sólo para esperar una recompensa económica y nada más -le dijo Roberto. Y siguió: -No podés decir que con sólo cumplir los requisitos llegás a donde te los propongas, sin importar si querés o no casarte; si querés o no tener hijos; si querés o no ir de vacaciones a Miami.
-Pero boludo, si no vas a Miami no te encontrás con los que cortan el bacalao en la empresa. Tenés que encontrarte en Disney con el resto de los jefes porque fuiste a llevar a tus hijos para que los conozcan; tenés que pasar por Miami y encontrarte con todos en Novecento a comer ojo de bife con papas fritas, sino nadie te registra. Salvo que seas puto y Ferrán te coja bien cogido.
-Ah, ok. Ahora entendí. Claro.
-Claro qué?
-Tendrías que repensar algunas de las cosas que aprendiste estos últimos veinte años en la empresa.
-Qué decís? No entendiste nada Roberto.
-Yo entendí todo Tomás. El dueño de la empresa me llamó cuando venía camino al MALBA para decirme que Ferrán me había elegido como su sucesor. Soy el nuevo gerente general.
BICHA de CLAUDELINA