La Musa

28 agosto, 2019 | Apuntes, Libros | 2 comentarios

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«La Musa … es la más asustadiza de las vírgenes. Se sobresaslta al menor ruido, palidece si uno le hace preguntas, gira y se desvanece si uno le perturba el vestido…

…a lo largo de la vida nos llenamos de sonidos, visiones, olores, sabores y texturas de personas, animales paisajes y acontecimientos grandes y pequeños. Nos llenamos de impresiones y experiencias  y de las reacciones que nos provocan. Al inconsciente entran no sólo los datos empíricos sino también datos reactivos, nuestro acercamiento o rechazo a los hechos del mundo.

De esta materia, de este alimento se nutre La Musa. Ése es el almacén, el archivo, al que hemos de volver en las horas de vigilia para cotejar la realidad con el recuerdo, y en el sueño para cotejar un recuerdo con otro, lo que significa un fantasma con otro, y exorcisarlos si hace falta.

                Lo  que para todos los demás es El Inconsciente, para el escritor se convierte en La Musa. Son dos nombres de lo mismo. Pero independientemente de cómo lo llamemos, allí está el centro del individuo que fingimos encomiar, al que alzamos altares y de la boca para afuera lisonjeamos en nuestra sociedad democrática. Porque sólo en la totalidad de su propia experiencia, que archiva y olvida, es cada hombre realmente distinto de todos los demás. Pues nadie asiste en su vida a los mismos acontecimientos en el mismo orden. Uno ve la muerte antes que otro, o conoce el amor más temprano. Cuando dos hombres ven el mismo accidente, cada uno lo archiva con diferentes referencias, en otro lugar de su alfabeto único…

                …Mi padre y yo no fuimos realmente grandes amigos hasta muy tarde. El lenguaje, el pensamiento cotidiano de él no era muy excepcional, pero bastaba que yo dijera “Papá cuéntame cómo era Tombstone cuando tenías diecisiete años”, o “¿Y los trigales de Minnesota cuando tenías veinte?, para que papa se largara a hablar de cómo había huido de su casa los dieciséis, rumbo al oeste a comienzos de siglo, antes que se fijaran las fronteras, cuando en vez de autopistas sólo había sendas de caballo y vías de tren y en Nevada arreciaba la Fiebre del oro.

                El cambio en la voz de papá, la aparición de la cadencia o las palabras justas, no sucedía en el primer minuto, ni en segundo ni en el tercero. Sólo cuando había hablado cinco o seis minutos, y encendido la pipa, volvía de pronto la antigua pasión, los días pasados, las viejas melodías, el tiempo, la apariencia del sol, el sonido de las voces, los furgones surcando la noche profunda, los barrotes, los raíles estrechándose detrás en polvo dorado a medida que adelante se abría el Oeste: todo, todo, y allí la cadencia, el momento, los muchos momentos de verdad y por lo tanto de poesía.

De pronto La Musa se había presentado a papá….»

“Como alimentar a una musa y conservarla”, del libro “Zen en el arte de escribir” de Ray Bradbury.

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Osobicha

Hola soy Bicha, de Espacio Claudelina, el blog de tejido, crochet y patchwork; y de Reflexiones de Claudelina y Pitoco, un blog de escritura para divertirte y reflexionar. Pasá, disfrutá de la lectura, paseá conmigo a través de la escritura, observá las imágenes que se describen, comentá las emociones que te despierta ese panorama, compartilo.

2 Comments
  1. Raquel Glusman

    5 de la manans. Noche inmensa en Ámsterdam. Aún así, lectura imprescindible. Gracias.

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