Era ficción
1 octubre, 2018 | Anécdotas, Lo que me pasa, Reflexiones, Vivencias | 2 comentarios
Era ficción. Y no me di cuenta.
Todo surgió durante un viaje temático. Un encuentro de bordado en Tandil, en la Provincia de Buenos Aires.
Éramos unas diez mujeres que nos aventuramos a pasar un fin de semana en el campo, bordando, tiñendo y estampando telas.
Algunas no nos conocíamos, otras teníamos alguna presentación anterior en un viaje similar o en algún evento.

El alojamiento no era en un hotel sino en una casa familiar, por lo que las habitaciones estaban distribuidas de manera caprichosa. La casa era de esas en las que hay que pasar por un ambiente con camas para ir al baño. O que la habitación tiene como tres puertas: de entrada, de salida, de paso al pasillo. Al fin y al cabo éramos todas mujeres incluida la dueña de casa y la preparadora de manjares de la huerta: la cocinera.
Empezaron las actividades, nos pusimos los delantales para proteger la ropa, y a partir de allí pasamos horas en el parque con tinturas, pinceles, sulfatos, lavandina, pintura, sellos, telgopor e hilos. Buscamos hojas, ramitas, flores, piedras, semillas para usar de sellos, les pusimos pintura para tela y luego con un rodillo aplastamos las ramas sobre la tela y las estampamos. Probamos la técnica del tataki zome que consiste en estampar tela con la savia de las flores, colocándolas entre dos telas y golpeándolas con un martillo.
A la tarde tomamos cafecitos con madalenas de canela, y leímos libros japoneses, dinamarqueses y africanos con ilustraciones para inspirarnos. Flores realizadas en finos hilos color pastel llenas de punto nudo francés, con puntadas japonesas diminutas; explicaciones de técnicas de teñido de telas de la India con retazos de telas pegadas al libro a modo de muestra real del trabajo realizado; figuras de Africa con sus distintivos estampados, todos llenos de color. Estampas danesas que son famosas en el mundo por su simpleza tan difícil de lograr y que atrapan el ojo en un segundo, sin quererlo, o mejor dicho, logrando su objetivo: atrapar el ojo del observador apenas toma vista del diseño.
Y así transcurrieron las horas y las actividades hasta llegar la noche.
Cenamos en el comedor, conversamos entre todas. Conversamos de nuestras vidas, nos conocimos un poco. Las que tenían hijos, las que no; las que tenían padre, las que no; las que tenían hijos con padre y las que no. Todo ello regado de comentarios y pareceres de tres generaciones sentadas en la misma mesa. Para las doce de la noche estábamos tan cansadas que nos fuimos a acostar temprano.
Al día siguiente Samanta se me acerca y por lo bajo me dice:
-Che Brenda, Barbie me persigue. Me toca el pelo, y me saca tema a cada rato, no importa en qué mesa o lugar me siente, ahí aparece. ¿Gustará de mí?
-¿Vos querés decir que le gustan las mujeres?
-Mmmmm…no sé.
A todo esto hablamos de dos mujeres de 50 años, una casada con hijos y la otra de la misma edad, separada con hijos.
No era un tema para darle importancia, ni para que nos quite el sueño. No era un tema preocupante, ni novedoso. No era algo para tener miedo ni resquemor.
El viaje terminó, las actividades llegaron a su fin y nos volvimos a casa, en Rosario.
A los tres días Samanta se pone en contacto preocupada, casi asustada, y me dice que Barbie le había pedido amistad en Facebook.
-Pero Samanta, escúchame, Facebook es para pedir amistad. Y en ese caso podés aceptar o no la petición, podés ignorarla, olvidarla, o…aceptarla.
-¿Te parece? Pero…y si le gustan las mujeres?
-Qué se yo, Samanta. No me quita el sueño sus preferencias. Además no puedo conocerlas porque no he hablado con ella del tema, ni me ha dicho nada. Solamente hemos hablado de libros de tejido, arte textil. Así que, nada puedo decir.
Samanta se quedó inquieta con el tema, pero a la vez se quedó callada. No manifestó alguna incomodidad con Barbie, no le dijo nada. Solamente se quejó para el afuera, con otros, pasando al prójimo las dudas y complejos de sus propios pensamientos. Y ahí dejamos el tema.
A los dos días le envío a Barbie una imágenes que encontré en Instagram de unas obras hechas con materiales encontrados en la calle; collages de piedras y cartones; telas y alambres. Pensé que justo eso era lo que ella investigaba en el campo, que era lo que la inspiraba. Barbie me mandó un mensajito agradeciendo las fotos enviadas.
Al rato…ella me envía fotos, me dice que son las que las inspiran, que son buenísimas, que las comparte conmigo porque sí, porque hay que compartir el arte con otros.
Las fotos son dos: un bordado de una mujer desnuda en un bosque, y un ramo de lechuga mantecosa de color rosado. O sea, un desnudo y un ramo de flores.
Samanta tenía razón.
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B I C H A
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2 Comments
Sara
Leí el texto y volví al comienzo, para comprobar qué título le habías puesto,diría una abogada que conozco .Pocas pruebas
Osobicha
Jajaja, buen ejercicio para comprobar los hechos.