Los canastos de las mujeres de la familia
5 mayo, 2018 | Lo que me pasa, Reflexiones, Vivencias | 2 comentarios
Los canastos de las mujeres de la familia. ¿De dónde viene esa costumbre familiar de usar canastos? Para la ropa sucia, para el mate, para el club, para los mandados, para justificar las maldiciones de los maridos que dicen que nunca entran en el baúl. Canastos, y más canastos, cuyo uso se trasmite de generación en generación. Y la mía no es una excepción.
Esa costumbre…
de usar canastos para todo viene de mi abuela, quien se la pasó a mis tías incluida mi mamá, y luego llegó hasta mi casa. El canasto es un implemento contenedor de esos que se usan hasta que su utilidad es nula.
El canasto se recicla hasta el infinito y más allá. Mi papá le arreglaba las manijas rotas, primero con hilo de tejer de algodón, y por dentro una soga lo suficientemente agarrada al canasto para que pueda usarse dos años más. Cuando ese parche cedía, le tocaba el turno a cuero, manijas de cuero adheridas al canasto vaya uno a saber con qué. Luego podían hacerse manijas de tela, rellenas de guata que se cosían en la máquina varias veces de ida y vuelta para que tuvieran rigidez, y se pudieran sostener. Hasta que finalmente ya no había solución y las manijas dejaban de existir.
Hasta ese momento ese canasto servía para hacer los mandados, traer leña para el asado; transportar el picnic al club, incluyendo la carne, los chorizos y las galletitas para la hora de la leche; o para guardar juguetes, llevar la soga y la pelota a la plaza, y muchos usos más.
Pero cuando la manija ya no existía…
el canasto pasaba a ser el refugio del tejido. Allí iban a parar las pelotas de lana que daban vueltas por la casa. De todos los colores. Un arco iris. Para luego terminar siendo una manta para taparnos el día que había maratón de series en la televisión.
También podía ser refugio de mascotas; depósito de ropa sucia; fuente de las cebollas y la calabaza en la cocina. Y así iba el canasto circulando durante años. Se le agregaban cintas, borlas, se lo pintaba, se despintaba, y seguía existiendo.
Un elemento lleno de historias, con una vida infinita; un elemento compartido entre las mujeres de la familia; que se prestaba y después se devolvía.
Por algo…
hoy un paseo al Tigre siempre incluye la compra de un canasto. Y eso no solamente porque son los canastos de las mujeres de la familia, de mi familia, los elemento favoritos para usarlos de contenedores sino porque parece ser más bien un totem de eso, de la contención. Ese debe ser su misterio.
#desafio30blog #dia5 #maitenacaiman
2 Comments
Alejandra
Me encanto !!! Tan sentido y tan acogedor el relato !
Como si el canasto no sólo tuviera vida propia sino que fuese parte de nuestra historia, de nuestra familia, de nuestro todos los días…o quizás si lo sea!!
bellas y conmovedoras anecdotas.. gracias por compartirlas!!
Osobicha
Siii, tal cual. Que bueno que compartimos impresiones. Abrazo