Las cosas simples
19 febrero, 2018 | Lo que me pasa, Reflexiones, Vivencias | No hay comentarios
Leyendo un texto de Georges Perec, “ Lo infraordinario”, una oda a las cosas simples, me disparó el análisis de la rutina del trabajo.
Cuántas horas de nuestro día pasamos anestesiados en un lugar al que llamamos trabajo?, y que sin darnos cuenta las cosas que allí nos ocurren se van metiendo en nuestro cuerpo de a poco, sin que nos demos cuenta, de manera constante e irremediable.

Cada día al llegar al trabajo tenemos una rutina, que se repite al mediodía cuando almorzamos y culmina, al menos por 24 horas, cuando nos vamos. Tenemos el mismo sentimiento de letargo cuando llegamos, de descanso cuando almorzamos y de hastío cuando nos vamos. No importa que sea lunes, jueves o viernes. El sentimiento no cambia, sólo podría intensificarse en cada etapa cuando estamos cerca de las vacaciones, y podría lentificarse cuando volvemos de ellas, más descansados y también desconectados de lo laboral.
En ese trajinar rutinario no vemos lo que nos rodea. La posibilidad de vivir de un sueldo haciendo lo que nos gusta, para lo que nos preparamos o al menos, logrando vivir de nuestro trabajo. Nuestros compañeros nos pasan por el costado como fantasmas, a ellos solemos darle una mirada frívola de lo que nos cuentan, cuando podríamos involucrarnos, ver qué necesitan, si están solos o si quieren compañía, si hacen trabajos solidarios al que podríamos sumarnos y así ayudar nosotros también. Saber i necesitan una palabra de aliento para tomar una decisión importante en sus vidas. Es que como ellos estarán también allí, en el trabajo, el día de mañana, no creemos necesario profundizar en las relaciones.
No apreciamos que todos los días tenemos un escritorio propio, una computadora, un consultorio, una radio que nos acompaña, un aire acondicionado o un ventilador, una taza y café para llenarla, una heladera para guardar la comida que llevamos en la vianda; un mostrador para vender nuestra mercadería, una vidriera vistosa, clientes que vuelven y nos permiten seguir en el negocio. En definitiva, un lugar de pertenencia.
Tomar el tren, el subte o el colectivo para llegar al trabajo tiene una ventaja por sobre el automóvil. Cuando otro maneja siempre se puede usar el tiempo para leer, aprender idiomas, dormir si nos toca ir sentados, soñar, meditar, escuchar la radio en el teléfono, todas cosas que en casa nos demandan un tiempo que no le dedicamos.
Trabajar nos promete una rutina que nos dará contención, pertenencia, posibilidad de progreso, experiencia para elegir si nos gusta ese trabajo o si preferimos irnos a dar la vuelta al mundo. A cada rutina laboral deberíamos anexarle el ejercicio de mirar lo que nos rodea, sólo un elemento cada día para así intentar descubrir los significados que tienen las cosas que elegimos para que nos acompañen en nuestras vidas, en esos momentos y en ese lugar. Algunos serán recuerdos de gente querida, otros de antiguos jefes o socios, otros elementos de quienes ya no recordamos.
Veamos ese rompecabezas como un reflejo de nosotros mismos en la cotidianeidad de la rutina., y si podemos, agradezcamos las cosas simples que no nos complican la vida.
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B I C H A
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