Era un partido de fútbol un poco lejos de casa. En San Petersburg, en el estado de la Florida, en los Estados Unidos.
Jugaba Estudiantes de La Plata de Argentina y el Bayer Leverkusen de Alemania, por el campeonato de la Florida.
Para ser un hincha de futbol con todas las de la ley, hay que saber los cantitos de la cancha. Si no los sabes, tu grito será apenas un susurro.

El estadio donde se llevaba adelante el partido era de baseball, o sea que tenía media tribuna y no una redonda que rodeaba todo el estadio como la tienen la cancha de River, la Bombonera o el Estadio Único de La Plata. No. Este era media esfera, un medio mundo. Eso sí, tenía una vista de locos porque en el frente del estadio se ubicaba el mar, con sus marinas y veleros de categoría. Una vista preciosa, abierta, de color verde esmeralda, con un sol fuerte en el cielo y ni una sola nube.
Durante esa semana hizo 27 grados diarios en Miami, desde donde nos movilizamos para llegar al partido. Luego de andar unos 400 kilómetros, llegamos a San Petesburg, y buscamos un estacionamiento. Al bajar del auto la temperatura marcaba 4 grados, frente al mar. No importaba que el cielo se veía diáfano de color celeste fuerte, el frío marcaba la diferencia. Así que abrimos el baúl y nos pusimos lo que teníamos a modo de abrigo. Remera sobre remera, buzo y pullover encimado, a falta de campera.
Apenas salimos a la calle rumbo al estadio, vimos que la gente no solamente llevaba mantas sino que tenían gorros de lana, camperas de ski y guantes. Mal anuncio del frío que iba a hacer, pero no importaba porque habían dicho que ese día volvía a jugar la Brujita Verón, el presidente de Estudiantes de La Plata. No iba a hacer frío en el estadio, no, la presencia de la Brujita encendería cualquier fuego a los fanáticos pinchas.
Pasamos el típico cacheo en las puertas giratorias de ingreso al estadio; y subimos por las rampas hasta nuestro asiento. El sol calentaba justo nuestros lugares, así que nos olvidamos del frío.
Entran los jugadores, empezaba el partido. Todo tranquilo, en un lugar apacible, de gente educada, en calma, desde el mar nos llegaba una brisa que no incomodaba, mientras los veleros que se encontraban en la marina se meneaban un poco.
En el Bayer Leverkusen jugaba el mexicano Javier Hernández Balcázar, apodado Chicharito, por lo que entre el público había una buena porción de mexicanos alentando el partido en contra del Pincha. El partido, que ya había comenzado, se iba inclinando a favor del Bayer Leverkusen, lo que hizo que los mexicanos comenzaran a subir el tono del aliento que le daban el equipo que tenía a Chicharito como huésped deportivo.
Cada movimiento del Pincha era remarcado por los mexicanos. Aunque no faltaban en el estadio los hinchas de Estudiantes de La Plata, quienes se habían ubicado en las primeras filas del medio estadio de San Petersburg; habían llevado banderas rojas y blancas, y tenían puestas las remeras de su equipo. Yo creo que las tenían puestas a modo de abrigo, ya que el sol se empezó a correr, se fue escondiendo detrás de unos edificios, y el frío empezó a sentirse.
La gente que habíamos visto en la calle con las camperas de ski y gorros, ya se había tapado las piernas con unas mantas de polar que habían llevado en sus mochilas, y sacaron unas jarras de café que empezaron a consumir en nuestras narices.
En ese momento decidí que tenía que ir al baño, así que me encomendé a Nuestra Señora de los Baños Que Encontramos por el Mundo y subí las escaleras. Las mujeres ya sabemos que luego de salir de nuestra casa no habrá baño como el nuestro. Imaginen si esa salida comprende un baño público en un estadio de fútbol –baseball- del otro lado del continente. Llegué hasta la puerta, la abrí, y entré en un estudio de televisión. El baño del estadio estaba lleno de espejos, limpios, relucientes. En el lugar había jabón, toallas de papel para secarse las manos y en tooooodos los baños había papel higiénico!! Me sentía Alicia en el País de las Maravillas cuando cae por el túnel y no sabe adónde está. Yo había entrado al túnel y salí en un baño público más limpio que mi propia casa. Un espejismo al estilo Alicia.
Volvía al medio estadio. Ya cursaba el segundo tiempo, y los mexicanos alentaban a Chicharito y su equipo alemán. Cada vez que Estudiantes de La Plata sacaba la pelota del corner se escuchaba una especie de zumbido “BBBBBBB……” que bajaba desde la tribuna, de manera salpicada porque los mexicanos, los alemanes y lo argentinos estábamos todos mezclados. Cuando un jugador pincha pateaba la pelota el susurro se transformaba en una leve, sólo leve, expresión futbolística sin estridencias que decía “……URRRROOOO”. Otra vez la pelota desde el corner, y el susurro de BBBBBBUUUURRRRROOOO”.
¿Qué expresión era esa? ¿A quien se le ocurre alentar a su jugador estrella diciéndole “BBBBBUUUUURRRROOOOO” a su contrincante cuando pateaba la pelota? ¿Qué garganta entrenan los mexicanos durante los partidos de fútbol? ¿Y durante el trayecto desde su casa hasta el estadio? ¿No hacen cantitos futboleros? ¿Tantos kilómetros recorridos para susurrar “BBBBBUUUUURRRRROOOO”? Y burro con “b” labial, nada de ponerle énfasis a la cosas.
Más vale que a esta altura ya íbamos perdiendo, con honra, pero perdiendo, cuando un hincha pincha, con la camiseta puesta arriba de dos sweaters, sentado en la primera fila, con un vozarrón gutural, grave, que le salió desde la zona de la ingle, gritó “VAMOOOOO’ MUCHACHOOOOO’ PONGAN HUEVOOOO, QUE VINIMOS DESDE LA PLATA A ALENTARLOOOOOOO’, ACÁ SE JUEGA NO SE MARICONEAAAA CARAJO”, y el partido tomó fuerza, calló a los mexicanos y tuvimos la fiesta en paz.
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B I C H A
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