Quiero mi libro
28 marzo, 2017 | Anécdotas, Lo que me pasa, Vivencias | 3 comentarios
Ahora en la Argentina podemos comprar libros en el exterior y traerlos directo hasta nuestra casa. Así de fácil nos lo explicaron.
Pero todo fue un engaño, como los amores clandestinos.
Yo quiero mi libro.
Los que tenemos hobbies no solamente consumimos kilos de insumos raros que solamente se venden en aquella parte del mundo y no en esta, sino que además necesitamos libros que tienen las técnicas y las ideas para nutrir nuestros hobbies.
Cada vez que pedimos un libro y llega el paquete a nuestra casa, la felicidad es absoluta. Algo que solamente sienten quienes adoran los libros, aprecian el esfuerzo de hacerlo, los cuidan y guardan como tesoros, los comparten para que la felicidad le llegue a otros, y los consultan varias veces en la vida creativa, sabiendo que siempre se necesitará el libro para consultarlo el sábado a la noche, el viernes a la madrugada cuando todos duermen y uno puede concentrase sólo en crear. De ahí la necesidad de tenerlo en la biblioteca.
Esa necesidad de consultar el libro para aprender a hacer esa técnica nueva, es como los niños cuando tienen fiebre: nos surge el sábado a la noche, el viernes de madrugada, el domingo a media tarde, justo cuando nuestro pediatra de confianza no se encuentra atendiendo su consultorio. Entonces, qué hacemos???
Si tengo el libro en mi biblioteca, soy feliz.
Así fue que con el nuevo proceso instaurado en la Argentina, según el cual la compra de productos en el extranjero nos da la posibilidad de comprar libros, aunque con algunas condiciones, como que “El tope es de cinco compras por año calendario y por persona para los couriers. Cada envío puede ser de hasta 50 kilos con un importe inferior o igual a USD 1.000. En cambio, la cantidad de compras anuales a través de Correo Argentino es ilimitada” (fuente Infobae), es que me decidí encargar dos libros para probar.
Uno de tejido, del genio de Stephen West “West Knits, Best Knits” que compré a través de internet directamente en su local de Amsterdam, Holanda; y otro “Pensamiento Jurídico” de R. Pound para empezar de una vez a escribir mi tesis doctoral, que compré a través de www.buscalibre.com (si, con “e”, por si les interesa el datito). Las dos caras de mi vida.
Pasado un mes y medio, me llegó un telegrama a casa en el horario en que, por supuesto, me encontraba trabajando. Me dejaron aviso.
Al día siguiente, volvieron en el mismo horario en que estaba trabajando. Me dejaron segundo aviso.
Avisaron también que no volverían, por lo que debía concurrir personalmente al Correo Argentino de la avenida Cabildo, puerta azul, (si decía puerta azul).
De acuerdo las instrucciones, autoricé a mi madre para que vaya al correo en el horario indicado -porque yo estaba trabajando, por supuesto- para lo cual le tuve que dar mi documento de identidad y el aviso recibido y que ella retirara el telegrama. Mientras tanto, salí a la calle portando un documento de identidad viejo, vencido por si lo necesitaba para algo, lo cual por supuesto sucedió, pero nadie advirtió el problema de la fecha. Menos mal.
El telegrama decía que mi envío calificaba para el envío puerta a puerta, que pagara cien pesos ($100) para que me lo entregaran, y que llenara el formulario de la AFIP online.
Así lo hice.
En la página web de AFIP informan que para gozar del servicio puerta a puerta, y entre otras preguntas, explican: ¿Qué requisitos se deben cumplir? Se deberá contar con CUIT/CUIL/CDI, clave fiscal nivel 3 o superior y las mercaderías no podrán superar los 2Kg., además de que su valor no podrá ser superior a U$S 200 y que por su especie y cantidad no hagan presumir finalidad comercial.»
Mi libro holandés salió 30 dólares, pesaba 500 gramos, así que íbamos bien con el trámite.
La AFIP, mientras tanto aclaraba:
«Los libros, impresos y documentos seleccionados por el servicio aduanero, serán librados bajo la modalidad puerta a puerta sin la exigencia de confeccionar la “Declaración simplificada de envios postales internacionales”.
Claro, el tema es que el Correo Argentino me pedía que llene el formulario de AFIP, así que busqué el item donde dice “LIBROS” ya que no pagan impuesto. Y adivinen que?¡?¡? NO EXISTE! Entonces lo puse en la categoría “artículos del hogar” y por supuesto tuve que pagar el correspondiente impuesto, cuando como dije los libros no pagan impuestos. No importan la felicidad bien valía seguir adelante con el trámite.
Pasó una semana.
Pasaron dos semanas.
Varias personas me dijeron que nunca recibieron sus libros a pesar de haber pagado todo tributo de ley.
La felicidad iba a tener que esperar…
Hasta ayer, que me llegaron DOS PAQUETES. ¿Dos? Si yo había pagado por uno, por el que venía de Holanda, del otro aún no tenía noticias.
Me desespero, abro los envoltorios, las cajas, los nylons con globitos, miro los remitentes, me atolondro, me pongo contenta.
En la caja grande estaba el libro de tejido holandés –lo mejor que he comprado en los últimos tiempos sobre tejido-; en el sobre son globitos estaba el libro jurídico: guacho, solito, sin trámite a su favor, viajando por el mundo sin control ni con personalidad suficiente como para ser sujeto de impuestos.
¿Al final en qué quedamos? ¿Pagamos o no los impuestos a los libros? ¿Pago o no pago el servicio puerta a puerta?
¿Después de todo tendría que agradecer por haber sido la afortunada que recibió lo que pidió, que estaba todo en orden?
Bueh, pongamos que si.
Después de todo… ⇓
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B I C H A
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3 Comments
Ale
Excelente reflexión Claudelina! Lo he sentido en carne propia, la emoción inexplicable de atesorar y disfrutar de esos compendios de imaginación o conocimientos volcados en papel Creados en puntos lejanos del planeta x otros q compartieron nuestras mismas pasiones y tuvieron la sabiduría de expresarlos en palabras . Es increíble y no tiene precio.
Osobicha
Vamos los amantes de los libros!!!
Mis libros de Arpilleras y Collage - Espacio Claudelina
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