No vayas a Kirguistan

27 agosto, 2016 | Anécdotas, Invitados, Sin categoría, Vivencias | No hay comentarios

0 Flares Filament.io 0 Flares ×

Una anécdota real de Fabio Di Nero: disfruten del viaje…

Dicen que el aburrimiento es la madre de las pelotudeces (boredom is the mother of mischief). Muchas veces se me aplica la frase a varios de mis emprendimientos, pero en esto caso no fue así. Fue producto de la soledad, que es casi lo mismo.

Mis dos viejos compañeros de aventuras cinegéticas -palabra oscura para ocultar actividades políticamente incorrectas-, se habían retirado, SergioT y FredK. Me encontraba solo y preocupado de cómo encarar mi próxima cacería, cuando EddieG conocido de SergioT y de profesión Taxidermista reconocido me invita a acompañarlo a Kirguistán. Uno no recibe un email de estos todos los días, ya nadie invita por carta ni por teléfono. Salvo la supuesta tía nigeriana que te quiere dejar toda la herencia.


Pensé «Ahora que no tengo equipo le voy a decir que sí a EddieG ya que no debe haber muchos tomadores para la aventura. Me anoto un poroto y garantizo futuras invitaciones a otros eventos similares o mejores» .

Como se podrán imaginar Kirguistán no estaba en mi lista. No soy cazador de trofeos, me gusta la aventura al aire libre y los desafíos de la naturaleza, persiguiendo un macho adulto que ya perdió su harem de hembras ante uno más joven. Como dicen los ingleses: fair chase, donde el cazador no tenga más de un 50/50 de posibilidades de éxito. O como en la pesca con mosca donde casi siempre gana la trucha. Sin embargo este anhelo de aventura ya me ha llevado a recorrer varios continentes y tener una linda colección de trofeos en el sótano de casa y también a perder algunos amigos en Facebook.

Cuando se fue acercando la fecha comencé con los preparativos. Ropa, botas, bolsa de dormir, medias de lana, calzoncillos largos. Este no era mi primer viaje, así que tenía alguna experiencia en salidas al campo. Si bien tenía información que mandaba el guía, no terminaba de entender bien algunos detalles del viaje.

Voy a YouTube, la nueva Enciclopedia Británica del mundo moderno. Lo único que podía ver eran unos tipos vestidos de blanco caminando por una estepa mongol más árida que jardín de la base Comodoro Marambio. Un punto que no terminaba de entender era el requisito de una bolsa de dormir especificada para -40C!. Me dirijo a la gran casa REI en Mew York, expertos históricos en aventuras, para asesorarme.

Un señor barbudo, bajito, de esos que usan borceguíes de montaña en pleno Soho, me atendió muy amablemente y con muestras de gran conocimiento. Esos tipos que duermen doscientos días al año en bolsa de dormir. «-40C bolsa de dormir? Mm, solo tenemos una en esa categoría»»Una pregunta, a donde va usted?» le contesto: -A Kirguistan.  «Caramba, no conocemos a nadie que haya estado por ahí». Primera señal de alarma. Obviamente en mi entusiasmo explorador no la vi.

Llegó el gran día de mi partida: borceguíes especiales, ropa de camouflage polar, rifle, municiones, teléfono satelital, radio de onda corta para escuchar al occidente cristiano, binoculares, telescopio, iPad con varios libros, y como seguro habría varias horas de ocio para quemar y para acercar ese vinculo prehistórico entre los hombres, una botella de whisky y una caja de cigarros. Finalmente para no olvidar los consejos de la abuela Lina, la bolsa de agua caliente. Vuelo de NY a Estambul donde me encontraba con EddieG y de ahí seguíamos a Bishkek, capital de los Kirguiz.

 Segunda alerta: durmiendo confortablemente en mi vuelo de Turkish Airlines me despierta una señora y me dice «Usted corracé un puesto por favor, ya». A mi derecha sientan a un muñeco con la cabeza ensangrentada, joven y de aspecto islámico. A mi izquierda el comisario de a bordo con el botiquín de primeros auxilios. Enfrente mío una doctora, que respondió al llamado de la tripulación, le pedía instrumentos al azafato y le cosía la cabeza al muchacho, que ahora ocupaba mi asiento. Me vuelvo a dormir, yo no tenía nada que aportar al evento. Me despierto llegando a Estambul, mi nuevo compañero de asiento con toda la cabeza bendada como Peter Sellers en Gungha Din. Ya aterrizando la médica le pregunta «Usted adonde va?», «A Bangladesh» contesta el amigo; «De ninguna manera, Usted se baja acá y que le examinen esa cabeza»

Sigo mi ruta. Gran abrazo con EddieG en el aeropuerto y presentaciones al resto del grupo. Partimos a Bishkek, seis horas mas de vuelo mas las diez que llevaba desde NY a Estambul.

Nueve amigos eramos en la aventura, todos nos presentamos, conversamos sobre aventuras parecidas y expectativas sobre el nuevo evento. No había nadie entre los nueve que estuviera volviendo por una segunda vez. Tercera alarma, no repeating customers. Las mismas preguntas nos hacíamos los nueve: hará mucho frío?, el campamento será a mucha altura?, hablará inglés está gente?, cuántas horas de auto del aeropuerto hasta el campamento?, habrá celular en la ciudad?

Llegada a Bishkek tres de la mañana. Los guardias de fronteras mantienen la paciencia y simpatía de la Unión Soviética de Stalin. El guía jefe, joven de unos treinta años, rápidamente divide el grupo en tres grupos de tres «Cada uno va a un campamento distinto en la alta estepa mongol. No se van a volver a ver hasta su regreso. Despídanse acá» Cinco de la mañana, chau EddieG, no lo vi nunca mas hasta el día de hoy.

Me asignan mis dos compañeros de aventura, EddieQ y PaulP y junto a nuestro chofer Ari de diecinueve años partimos hacia la montaña. Sin saber si había que manejar un par de horas o era La Lujanera a Chivilcoy. En su pobre inglés no le podíamos sacar a Ari cuánto y qué tipo de viaje estábamos emprendiendo. Creo hoy que ni el sabía a donde nos llevaba.

Seis horas después llegamos a un desvío en el camino donde parecía que estábamos cerca, nos encontramos con el resto de nuestros guías: de caza, cocinera, guarda fauna, sujetos varios de ocupación no descripta y el jefe. Nuestra cocinera también hacía la veces de traductora.

Arrancamos por un camino de tierra que pronto se convirtió en senda y luego ésta desapareció y seguimos por el lecho de un río. Vadeamos el río un par de veces y luego empezamos a cruzarlo por arriba del hielo; no sin antes ver cómo el guía jefe pisoteaba un poco la superficie para ver si aguantaba la camioneta.

EddieQ me preguntaba -ya un poco cansado- si sabía cuando llegábamos. Su inglés no era muy ducho a pesar de ser ciudadano de ese país y me pedía a mí que le pregunte a alguien del equipo. Nadie nos entendía o sabia contestar la pregunta. Los celulares ya no tenían recepción hacía tiempo. Justo antes de desviarnos del camino, habíamos parado en un control de seguridad… un poco extraño… porque no había nadie en esa ruta. El convoy paró, nos pidieron los pasaportes, saludamos y seguimos viaje. Al rato EddieQ me pregunta «Y ahora en que país estamos?» «EddieQ no tengo idea de donde estamos pero creo que no cambiamos de país» Estábamos más desorientados que gaucho en subte.

Al rato paramos y todos se bajaronn. La cocinera saca un poco de pan casero y una botella de vodka «local» y la empieza a pasar entre todos. Le digo a EddieQ «Me parece que esto es un picnic, no creo que lo hagan ahora si ya estamos por llegar«. Así fue, otras seis horas más todo el tiempo con la doble tracción puesta a full. Apenas doce horitas desde que nos habíamos bajado del avión. Ya habíamos pasado el punto sin retorno. No había manera de salir de este boquete.

El campamento consistía en tres casillas de metal, tipo obrador de la Dirección Nacional de Vialidad, uno el living comedor y cocina, otro para los cazadores y otro para los guías y el resto de la tripulación. El paisaje alrededor, áspero como la lengua de Hebe. Estábamos a 4000 metros de altura, temperatura promedio 20 grados bajo cero, y algún mediodía radiante subía a 0. Viento promedio entre 30 y 40 kilometros por hora. Sensación térmica: desconocida. Por la falta de aire, temperatura y viento nos desplazábamos como Neil Armstrong en la luna y gozábamos de un paisaje similar.

Nos acomodamos para la primera noche. Agradecido por los consejos de la gente de REI y la memoria de la abuela Lina. Calzoncillos largos, pijama, camiseta, sweater, gorrito pasa montaña, bolsa de agua bien caliente y a dormir dulces sueños.

Lo adicional de la aventura era que era a caballo. Al otro día empezamos los preparativos para salir en busca de la Cabra Siberiana y el Carnero Marco Polo, objetivo final de nuestro viaje. Sólo una pieza permitida por aventurero.

Nos esperaban los caballos ensillados, única visión familiar, polo ponnies un poco más grandes que un perro grande y con las crines que le llegaban hasta el piso. Comencé a ascender la montaña con mis dos guías, por lechos de ríos secos que luego se fueron convirtiendo en desfiladeros y mas tarde en precipicios. Yo ya estaba listo esa primera mañana para volverme a casa.

Hacia media mañana divisamos cuatro machos solitarios. Empezamos a mirarlos con el telescopio. Su defensa contra predadores naturales, lobos y leopardos de montaña, es subir los más alto que le permite la montaña. Comenzamos a subir, primero a caballo y cuando estos se resbalaron y cayeron seguimos a pie. Por suerte sé rezar, los Rosarios me salían como en el mejor retiro Trapense. Y en voz alta total los guias no entendían nada. Llegamos a un risco, precipicio por los cuatro costados y ahí debajo estaban los cuatro machos. Elegí el más viejo, apunte y oprimí el gatillo. Toda esta aventura para un solo tiro. El macho corrió y a los doscientos metros cayó muerto.

Palmadas de alegría con los guías. Hicimos las fotos del caso, desmontamos la pieza, cargamos los caballos y volvimos al campamento. Tamaña mi suerte que la primera mañana de cacería había tenido éxito. Pero aún quedaba ver la suerte de mis compañeros y esperar que ellos tengan éxito antes de iniciar el regreso.

Demás está decir que no hubo festejos de whisky ni cigarros, a esa altura la cocinera ni me dejaba tomar el café Dunkin Donuts que me había llevado. Cualquier cosa podía acelerar indebidamente el corazón. Solamente, té local y las delicias de nuestra cocinera, más sobre esto luego.

Mis opciones, mientras esperaba el resultado de la cacería de mis compañeros, empezaron a reducirse. Podía ir a caminar alrededor del campamento y gozar del paisaje marciano o quedarme en mi cubículo y tratar de hacer algo. Tenía algún libro decente pero nada espectacular, todavía hoy no lo terminó. Otra opción era escuchar algo de radio de onda corta y ver que pasaba al otro lado del mundo. No pudo ser, salvo alguna estación China, idioma que no domino, no había recepción alguna en las estepas del Karakoran. Mi única opción para salir de este atolladero era que mis compañeros tuvieran suerte en sus cacerías y así poder emprender antes el regreso.

Decidimos hacerle una ofrenda a nuestro santo, San Huberto patrono de los cazadores. EddieQ pidió que nos cocinen la cabra y el corazón de la misma. Nuestra dieta era a base de té, pan casero, manteca de yak, y otros pucheros varios donde flotaban cosas sabrosas a mi gusto pero de dudosa identificación. Mi educación liceana, siempre a mano me sacó adelante con honores en esta parte.

EddieQ estaba ansioso por algo de proteínas y también la posibilidad de bañarnos. Para lo primero, yo las había procurado, para lo segundo la incógnita era un poco más grande. Parte de nuestra tripulación consistía en un señor que su única función era mantener los fuegos prendidos debido a las bajas temperaturas. Lo apodábamos Mr. Fuego, obviamente. Como por esos pagos no hay árboles, M. Fuego quemaba un carbón lleno de azufre que producía un olor bastante nauseabundo alrededor de nuestro vivac. Como si esto fuera poco.

Le preguntamos a nuestra traductora sobre el baño. «No problem, tomorrow Mr Fuego prepara la banha«. Perplejos nos fuimos cantando bajito esperando las alquimias de Mr. Fuego para el otro día.

Mr. Fuego pasó gran parte del día calentando los fogones en una casilla que tendría unos 3 metros por 5. Al final de la tarde nos hizo el gesto universal del Ok con el pulgar para arriba, sonrió y nos mostró su linda fila de dientes de oro. Adentro de la banha, una especie de sauna finlandés, había una caldera con agua muy caliente, un latón con agua muy fría del arroyo y un tercer latón vacío. El truco era mezclar la fría con la caliente en la proporción adecuada en la tercera tina y luego uno procedía a ducharse con la jarra y bañarse como en una película de Clint Eastwood de vaqueros.

Una vez limpitos y contentos nos comimos la cabra según lo prometido. Festejamos con un poco de vodka local y nos fuimos a dormir. Tipo tres de la mañana me despierto sintiendo en mi estómago una conmoción tipo Aldo Rico en Semana Santa del 84. Pienso en el horror de salir afuera con -20C y caminar los cien metros hasta la letrina. Trato de aguantar el motín, pero es en vano. Me visto me pongo la linterna de minero para ver en la oscuridad y embocar en el agujero de la letrina.

El camino hacia la letrina, pienso en los lobos que se habían comido un caballo la semana anterior. Ya no me importa nada. Miro hacia el cielo, creo que está nevando pero era la humedad del aire que se condensaba por la bajísimas temperaturas.

Finalmente… veo las estrellas, el frío me penetra mis partes mas íntimas, la panza me explota como un rompeportones navideño

Me viene a la mente las ultimas escenas de la película Titanic…

No vayan a Kirguistán.

 

0 Flares Twitter 0 Facebook 0 Filament.io 0 Flares ×

About Author

about author

Osobicha

Hola soy Bicha, de Espacio Claudelina, el blog de tejido, crochet y patchwork; y de Reflexiones de Claudelina y Pitoco, un blog de escritura para divertirte y reflexionar. Pasá, disfrutá de la lectura, paseá conmigo a través de la escritura, observá las imágenes que se describen, comentá las emociones que te despierta ese panorama, compartilo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.