Wanderlust es una palabra alemana, que traducida al español, significa algo así como el irresistible deseo de viajar. La necesidad de planificar en nuestras cabezas el próximo viaje, sin dejar de disfrutar del que acabamos de hacer.

Creo que viajar hoy es un placer al alcance de la mano. Tampoco en que tengamos que dar la vuelta al mundo. Podemos viajar al pueblo más cercano y allí descubrir lo que es vivir sin estar en la ciudad.

Y si, después de cada viaje, cuando ya acomodé la ropa de las valijas, pegué en mi agenda de ese año las tarjetas de los lugares que me interesaron, apilé los libros y los cuadernos que me traje, y pasó una semana o algo más desde que llegué a casa, mi cabeza comienza a planificar el próximo viaje.

No siempre ese próximo viaje tiene un destino predeterminado.

Puedo pasar por la elección de varios vuelos, que me marcan diversos presupuestos, y diversos alojamientos. También importa las diversiones que habrá, de acuerdo a las cosas que me gustan: el tejido, el quilt, el bordado, y la posible adquisición de aquellos materiales que me entusiasmen en un nuevo proyecto textil.

Hace algunos años, viajar no era para todos. Preparar la valija era una ceremonia, ir al aeropuerto era un viaje largo, los aviones no salían todos los días a todos lados. Y comunicarse para decir que habíamos llegado bien, era una odisea. Había teléfonos públicos que funcionaban con las monedas del país de destino, las cuales no poseíamos en nuestros monederos hasta que habíamos andado unos días. Y cuando las teníamos, no sabíamos qué números teníamos que marcar para avisar que ya estábamos en destino.

Hoy nos sentamos en la puerta de un local con wi fi, mandamos un mensaje y se enteran todos de donde estamos y cómo.

Antes, para viajar nos llevábamos varias mudas de ropa, por si no podíamos lavarla. Hoy, llevamos dos mudas y lo puesto. Si nos falta algo, nos compramos los «básicos» y seguimos camino.

Hoy es más importante tener un buen teléfono celular que nos conecte con todos, y nos muestre los mapas y las atracciones del lugar que visitamos; un cuaderno que nos acompañe en las esperas de los aeropuertos, trenes o colectivos y allí vayamos anotando las cosas que nos pasan por la cabeza; y un estómago dispuesto a probar las exquisiteces que nos ofrecen las cocinas de otros lados, que no son la nuestra.

Si, yo tengo wanderlust. El deseo de viajar, de dejar mi casa para luego volver; de irme a visitar a mis hermanos que viven lejos; de ver a mis sobrinos en vivo y en directo para ver cómo crecieron desde la última vez que los abracé; de conversar con los amigos de mis hermanos, que no nacieron en el mismo país que yo y fueron a otras escuelas primarias y secundarias, y vivieron con otros dirigentes políticos distintos a los míos.

Yo tengo wanderlust, la necesidad de hacer viajes temáticos y conocer qué venden las mercerías, casas de lanas, casas de telas en otras ciudades lejos de la mía. Qué bordan otras personas; en qué se inspiran; qué quieren transmitir. Conseguir sus libros, y a mi regreso ponerlos en mi biblioteca.

Si, yo tengo wanderlust, y espero que no se me pase.

B I C H A

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