Mucho se habla del tejido como yoga.

Mucho se dice de los efectos que causa el tejido en las personas.

Por ello invité a Glora para que nos cuenta su historia sobre el tejido de la vida.

«Durante muchos años de dedicación amorosa a una vida conyugal muy difícil, llegué a un final de mucha soledad. Tristemente tomé conciencia que esa soledad la tenía desde mucho tiempo atrás. Ahora lo puedo reconocer, desde que me casé.

Apareció el miedo, la incertidumbre, y obviamente enfermé. Fueron años durísimos.

Muchos años mas tarde  pase del sentimiento de soledad a otro estadio. Fue de a poco. Se llama calma y me costó muchas tormentas obtenerla. Sané el cuerpo y el alma.

Pasando por esos momentos de tristeza y desilusión profunda quise comenzar una actividad que me calmara y me sacara de esos pensamientos y sentimientos que me habían llevado a enfermarme.

Al final compré lana y me senté en el jardín en soledad a tejer.

Recuerdo que miraba el verde, ponía el regador para observar las calandrias que revoloteaban bajo el agua.

Me encerré, no quería hablar con nadie por la frustración que sentía. Mis amistades respetaron mi silencio. Hoy puedo decir, orgullosamente, que siempre conté con ellos. Aparecieron nuevos amigos.

Durante todo ese proceso me acompañó el tejido.

Necesitaba una  actividad que ya la conociera, ya que mi mamá me enseño a tejer de chiquita.

Se dice que se teje para esperar la muerte después de una gran decepción amorosa. Yo encontré en el tejido un camino  sincero de volcar mis angustias y decepciones transformándolas en valores que los voy incorporando en ese entretejido.

Logré encaminar mis emociones. No tuve miedo de impulsar mis sentimientos a través del tejido.

El tejido le dio claridad a mis pensamientos y a mis sentimientos.

Al tejer estoy contemplando la vida haciéndola más serena y alegre y al mismo tiempo creando algo que lleva en su interior todo mi amor. Por ese motivo todo lo que fui tejiendo lo regalé.  Tampoco elijo a quien se los regalo. Pueden o no necesitar la prenda. Lo que quiero que siempre comprendan es el sentido de ese regalo.  Regalo mis emociones lindas o tristes, para mi tienen el mismo valor.

El tejido emociona, impulsa,  armoniza,  y alimenta el alma.

En ese camino sentí la necesidad de hacer algo que pudiera regalar. Algo sencillo que lo pudiera dejar y continuar sin que fuera un problema de tener que acordarme como seguir.

Y así empecé a tejer mantitas de bebé blancas, rosas y celestes.

A partir de ese momento, salgo siempre de mi casa con la bolsa del tejido, a cualquier parte que vaya. La cargo en el auto, es algo como imprescindible en mi vida cotidiana.

En cuanto sabía de alguien que estaba esperando un hijo, le hacía llegar una mantita, aunque no los conociera. Después aparecieron mis nietos, los nietos de mis hermanos, de mis amigos, bebés de personas con problemas económicos, madres adolescentes, hijos de los amigos de mis hijos, mantitas que se fueron a Europa, USA, Uruguay.

El amor con que esas personas reciben esas simples mantas es lo que me fue cambiando porque entienden que para mi tienen un valor incalculable. Se sorprenden. Me mandan mensajes aunque no me conozcan.

Ha sido mi terapia. El tejido me sacó de un profundo pozo. Junto con mi actividad laboral, he logrado salir de la enfermedad.

Ya pasó mucho tiempo desde que empecé. Me mudé de casa pero tengo mi sillón donde me siento a tejer. A veces tengo varios tejidos empezados.  Compro tres madejas de blanco, tres de rosa y tres de celeste. De cada color me salen 2 mantitas.  Muchas veces me las piden y me quieren pagar aunque sea  la lana.

Pero cambiaría totalmente el sentido de esas mantas si lo mezclara con dinero. Perdería el sentido. 

Y ahora me lanzo con el crochet, otra forma de tejer que me ha hecho tener nuevos horizontes.

Gracias Taller Claudelina.»

Gloria

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